El Black Lives Matter se vive en las calles y en las pantallas. Esta revolución cuenta historias del pasado y el presente, transforma lenguajes y gesta nuevos géneros.
“Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros”, sentenciaba la proclama que pusieron en el granero los cerdos para anunciar su toma del poder en la novela Rebelión en la granja (1945) de George Orwell. En materia de producciones audiovisuales de ficción, hasta hace muy poco se podía parafrasear y decir que Todos somos mostrables, pero algunos son más mostrables que otros. O al menos fue así hasta hace muy poco tiempo en Estados Unidos. A partir del gobierno del primer presidente afroamericano, Barack Obama, pero sobre todo desde el surgimiento del movimiento Black Lives Matter (BLM) en 2013, hay una fuerte irrupción de películas y series protagonizadas, dirigidas y producidas por afroamericanos sobre temas raciales del pasado y el presente de la comunidad.
Este año, tras el asesinato de George Floyd por la policía de Minesota, las calles de muchas ciudades de Estados Unidos volvieron a gritar que las vidas negras importan e incluso el BLM cruzó el Atlántico y tuvo su replica en varios paises europeos. Para Sandra Hoyos, integrante de la agrupación argentina de activismo antirracial Identidad Marrón, la pandemia trajo el resurgimiento de las luchas preexistentes que se reavivan en momentos de crisis porque “se desenmascaran con crudeza injusticias e inequidades que padecen las identidades no blancas y el Estado en crisis ejerce un mayor poder sobre nuestres cuerpas”.
Crédito: ERIC BARADAT/AFP
Si bien la comunidad de afrodescendientes representan el 13% de la población de EEUU, de los 897 asesinatos realizados por la policía en lo que va del año fueron el 28% de las víctimas, según Mapping Police Violence. La crisis sanitaria tampoco escapa a la racialización, la comunidad afro representa el 30% de los 14 millones de contagios del país, por presentar mayor tendencia a comorbilidades, (57% padece hipertensión, 50% obesidad y 18% diabetes), pero además porque sólo una de cada cinco personas pudo realizar teletrabajo, exponiéndose más al contagio que otras comunidades, sumado a que muy pocos tienen acceso al sistema de salud. Estos datos llevaron a que la revista especializada The Lancet instale que estamos ante una sindemia en lugar de pandemia. Es decir “Problemas de salud sinérgicos que afectan la salud de una población en sus contextos sociales y económicos”, según Merrill Singer, antropólogo médico estadounidense que concibió el término en la década de 1990 a partir de la unión de epidemia y sinergia.
En las dos primeras décadas de este siglo, las producciones de ficción afroamericanas se dispararon y la incidencia de lo político y social no es menor. Mientras que entre 2000 y 2008 (bajo la presidencia de George Bush hijo) se estrenaron sólo nueve películas, según releva el sitio francés Afro-Style, en el primer mandato de Obama (2008-2012) fueron 155 y en el segundo (2012-2016), 213. Con la llegada de Donald Trump al gobierno (2016-2020) se mantuvo la tendencia con 201 películas, 31 hasta el momento este año pandémico que aplazó estrenos a 2021.
Para la periodista cultural Paula Vázquez Prieto la tendencia viene desde la era Obama cuando surgieron las primeras propuestas de un realismo anclado en el pasado que venía a saldar deudas morales pendientes del liberalismo americano. “Quizás 12 años de Esclavitud (Steve McQueen, 2013) sea el estandarte. El problema de ese tipo de relatos fue siempre la mala conciencia desde la que se gestaban, algo que las apuestas como Django sin cadenas (Quentin Tarantino, 2012) ponían de manifiesto porque escapaban de esos mandatos”, afirma Vázquez Prieto, en coincidencia con el análisis hecho por la investigadora de cultura negra Bárbara Pistoia en “Lo que el viento se llevó”.
“La agenda que impuso Trump convirtió al cine en un campo de batalla y en ese sentido muchas ficciones se pensaron desde esa perspectiva. El desafío es si sobreviven lo coyuntural”, analiza Vázquez Prieto sobre el futuro. Para la directora del medio especializado Hacerse la Crítica, la búsqueda de estas historias pasaba por el intento de la metáfora política al tiempo de funcionar con la audiencia, lo que potenció géneros como la comedia negra y el terror para abordarla. Quién marcó el sendero fue Jordan Peele con Get Out (2017, ganadora del Oscar a mejor guión original), para Vázquez Prieto, icónica de lo que ahora comienza a catalogarse como black terror.
El black terror ya trasciende las películas y los Estados Unidos. Este año HBO lanzó la serie Lovecraft Country (que tuvo a la productora y guionista afroamericana Misha Green como showrunner), que se apropia del horror cósmico de H.P. Lovecraft para abordar aquella “América grande” de los ‘50 y muestra una familia de Chicago en tiempos de las leyes segregacionistas de Jim Crow. Por su parte, para Halloween, Netflix estrenó la película His House (del afrobritánico Remi Weekes), cuenta la historia de una pareja de refugiados de Sudán del Sur en Inglaterra en el presente.
“El Las vidas negras importan en EEUU y Europa, que aquí en Latinoamérica es Las vidas negras, indígenas y marrones importan, viene a cuestionar que desde siglos solamente importan las vidas blancas”, remarca Sandra Hoyos de Identidad Marrón y aclara que el marrón es inclusivo a migrantes provincianos, villeros y conurbanos. En Argentina la representación es estigmatizante y se promueven prejuicios. “Les marrones no son mostrados como exitosos, profesionales o con protagonismos, los castings para actores marrones se reducen a papeles de empleadas domésticas o ladrones. Se reproduce la condición social a la que somos sometides desde la llegada de los españoles porque el Estado-nación, más allá de la independencia política continúa en la ideología colonial del sometimiento al blanco”.
Si bien en Estados Unidos e incipientemente en Europa, las vidas negras se cuentan abordando muchas épocas, temáticas e incluso creando nuevos géneros para poder hacerlo, en Argentina todavía se sostiene el que algunos son más mostrables que otros.